José Ángel Leyva









José Ángel Leyva es un poeta, narrador, periodista y editor mexicano nacido en Durango, en 1958.  Ha publicado más de 15 libros, entre los que destacan: Botellas de sed (1988), Catulo en el Destierro (1993),  Entresueños (1996), El Espinazo del Diablo (1998), Duranguraños (2007), Aguja (2009), Habitantos (2010), Cristales Sólidos (2010), Tres cuartas partes (2012), En el doblez del verbo (2014). Dirige la revista La Otra. Obtuvo el premio nacional de poesía "Olga Arias" en México.



Hermano padre y otros poemas


Hermano Padre

a la memoria de Roberto Leyva Véliz

La muerte, profesor, enseña nada:
Espejo abisal donde concluye la parte por el todo
y el todo se revela parte a parte.
El magisterio comienza por el cuerpo.
Allí donde la voluntad y el sueño irrumpen,
la memoria encuentra habitación,
nos abre paso al alfabeto que soy
con mis hermanos
en tu deseo, en tu mujer, en el desorden
de palabras que van de atrás para adelante.
Se ponen las manecillas del reloj
de vuelta y media,
¿a quién dictan sin leer lo que tus labios callan?

Postrado en la inconsciencia envías mensaje.
El respirador automático trabaja la agonía,
te da el aliento necesario de la ausencia,
empuja el dolor hasta llenarte los pulmones.
Qué sabe una máquina de enigmas.
No puede seguir ni comprender el ritmo
del pie que marcha del parto a la partida.
Recuerdos quizás de aquel primer oficio.
Los pies, los dos, saludan al hijo desde el coma.
Punto y raya.
El telegrama de tu dedo, profesor,
me da en el ojo
del nervio al corazón
y punto
y coma.
Descifro la lección en clave Morse:
dignidad, amor a manos llenas,
el bosque y el papel donde me escribes.
Punto y raya.
Salto contigo en las espigas verdes
del monitor atolondrado que no aprehende
el humor de tus pinos y montañas,
tu sangre,
punto y coma.
En ese pie y el otro vas cantando
las vocales, las tablas,
tu saber
tu tiempo,
hermano padre.


(25 de septiembre de 2006, Ciudad de Durango)




De Catulo en el destierro, 1993.
Fragmento

Todas las calles son arroyos secos
Para los hombres de mar
Todas las aceras son puertos
para anclar la muerte
en el reloj de un asesino
o para ver una mujer nocturna
erguida como faro bajo el sol
Todos los barrios se desprenden
De la misma plaza
caminan siempre al corazón
de las ciudades
hacie el lugar inamovible
de las ruinas
Todas las piedras son la misma
versión sedentaria
del nómada cansado

EL VÉRTIGO florece en la cumbre erosionada
del ocio y la utopía
Retoñan los primeros versos
como vómito en los labios
Pierde el cuerpo su equilibrio
Al fondo la cuadrícula del valle
es invento sin retorno
colchón que aguarda la caída del poeta
o el descenso de sus pies hechos astillas

Catulo deshoja pájaros de agüero
clarividencias cristalinas
gotas que humedecen el paisaje
Su mirada aletea agónico a lo lejos

Respira el soplo de un gigante
con pulmones carcomidos
desentraña la visión de los volcanes
ocultos por un telón de brumas
cuando el tizón meridiano descubre sus cabezas

Un impulso terrenal sacude
las vértebras del mástil
Desde abajo una fuerza superior atrae
la imagen del vigía
arrastra su débil voluntad
toca su tacto con sublime tentación mundana

La tierra pesa en el hueco de las venas
Reclama la unión de las cenizas

CATULO recoge del suelo sus despojos
la perversa inquietud de las hormonas
los miembros desollados del deseo
envueltos en la palidez de algunas páginas
Escucha los gruñidos subterráneos de la muerte
el paso inminente del suicida
los chirridos de una puerta cancelada
el llanto de un cadáver memorioso
o su sombra inmortal entre los ciegos
  
CATULO es un ángel con alas atrofiadas
un vivo cargando un lado muerto
como todos los hombres traen su espalda
¿Será por no tener cuatro ojos
que no se vuelve atrás pisando el mismo paso?
¿Será por no voltear la frente
hacia el reverso
que el rumbo tiene cara equivocada?
Para mirar hacía el ayer
se pone la espalda hacia el mañana
Para el pasado el revés
queda de frente
cuando el futuro sin ojos ve
nuestras miradas

Entre las grutas de la urbe sueña
como murciélago sediento
beber la realidad del pico de las aves
pero termina por chupar su propia sangre


  
             Nagual 7

Espejo

Suele ocurrir frente al espejo
Con la espuma dentífrica en la boca
El aliento sobre el vidrio no aparece
Intrigado el reflejo de la luna se agazapa
¿Quién es el que te mira
con una lágrima estelar
frente a los ojos?

Tu rostro no es el de antes
No es el tuyo
Es la geometría del agua en su caída
en pleno vuelo hacia la sal
donde te ves multiplicado

Eres un vidrio sin azogue
La ventanita al pozo del silencio
Y una vez más las lágrimas por fuera
se estrellan en la ausencia

Entonces
cuando dejas de ser
eres el mismo
Te secas y te esfumas
Nada sabes de ti ni de los otros

Lavarse los dientes es correcto
Nunca sabes si volverás a despertar


             Nagual 10

Poeta

Al final uno se convierte en lo que escribe
o no con mano propia
Quién habrá de creer en tu nagual
si no olfatea el temblor de la imagen aterida
muerta de miedo ante los ojos que la observan

Chorro de sombras sin control
en busca de lo nuevo
La desmemoria pone al corazón en una trampa
No volamos ni anduvimos con las branquias puestas

En el papel desierto
uno recuerda la forma de cazar la liebre
de hacer sandalias con piel de los reptiles
de mudar por dentro antes del alba

Levantas la tapa y ves tu propia muerte
Bulle el gusanero de letras debajo de un título y de otro
Parecen luces de neón cubiertas de ceniza
Tu máscara y tu nombre ocupan el lugar
de esa persona que no llegaste a ser
Un día cualquiera la ahogaste con la almohada
Algo de ti quedó en su testamento
Acabas de nacer
Alguien te lee


La perra


Para Antonio Gamoneda
desde "Un armario lleno de sombra"

Ha venido la perra a lamerte los zapatos
Ronronea y se pone a jugar patas arriba
Espera a que le rasques y acaricies con la suela
El animal carece de memoria no tiene dignidad
La humillación parece ser el fundamento de su
especie
—te inquieres con rabia y no puedes evitar la
repugnancia
Ayer con otros niños la viste perseguida y montada
por los perros
Decidieron castigarla por asco o por mostrar carácter
El magisterio del amo o de quien aprende a someter
al débil
pasaba por la fuerza y el juego ingenioso de los jueces
La colgaron por las patas traseras a una viga
Aullaba la piñata de dolor entre risas y gritos de
muchachos
La sacudían a palos le picaban con fruición el ano y
la vagina
El dolor ajeno es impermeable a las cuestiones
Son tiempos de guerra pensabas al emerger en ti
un pulso de piedad o de conciencia
Decidiste entonces frenar el juego
Por años la imagen de la perra te persigue
Es fiel a tu dolor y a su tortura
Cada mañana aparece en la puerta de tu casa
En su mirada ciega los ojos son los mismos
que preguntan por qué desde la infancia



Ánder (Cuatro años)


A Juan Gelman

Todo
es la palabra que rueda con sus manos
Todo
camina en el reloj biológico del juego y la pregunta
Empuja por la casa su bolita de esponja en soledad
absorto la lleva a la escalera cuesta arriba
peldaño por peldaño
Desciende y condesciende hasta dormir sin ella
Mueve sus ojos con hambre alrededor del día
No sabe de ignorancias
Reinicia su labor de escarabajo en el lenguaje
De noche pega las partes con saliva
Se vuelve a colocar detrás de la pelota
Entre residuos de idiomas y señales crece
su objeto verbal
la inútil vuelta del reloj que sus manitas
atrasan elevan adelantan desordenan
La palabra todo inicia su vuelta
su vacío



Alicia en Ciudad Juárez

De vuelta del colegio descendió del autobús
Se rompió el drenaje y la tragó la tierra
Se fue por el subsuelo tras años de sequía
En el desierto llueve con rencor por el olvido
No hay fantasía capaz de destrabar las fauces
Cayó en la boca del lobo en la frontera
Se fue hasta el fondo con su grito escolar
con la enseñanza de civismo en la mochila
Alicia en las cloacas recorre el inframundo
y más allá donde descubren su cuerpo las barajas
los conejos los enseres parlantes y los diarios
En el reloj sin cuerda el miedo es un cucú de trapo
Recolectores de basura sacuden su mortaja
retiran los detritus del gesto adolescente
Alicia se va de la ciudad que intenta
tapar el agujero para ocultar el sol



Migrantes


A Jordi Villalonga

No estuvieron aquí camino al otro lado
Pasaron por encima para no despertar
a los durmientes ferroviarios
que van contando los metros del infierno
El paraíso distante se huele en el hogar
cuando no hay nada qué perder acaso el hambre
Hay cuerpos que nacen por nacer
o matan o les quitan el alma para tener un pasaporte
La patria está donde hay mañana
Hay peregrinos que dejan de existir para no ser
prisioneros
El cautiverio impide llegar al más allá
Nunca pisaron tierras mexicanas para arribar a la
frontera
Atravesaron el aire sin respirar el tufo de la muerte
Nunca pasaron por aquí